Por Luis Sagüés Garay

Cuando Chile recuerda los aciagos años de la UP, no puede menos que celebrar con regocijo y esperanza el Pronunciamiento Militar. Los partidarios de esta coalición de gobierno, se preparaban sin ocultar nada, para una guerra civil en la cual ellos, con preparación guerrillera y armamento de grueso calibre, introducido al país con la anuencia del gobierno de ese entonces, iban a eliminar al menos a 1.000.000 chilenos, que se atrevían a disentir del nefasto modelo de tiranía marxista, que declaraban sin tapujos querer establecer en nuestro país, con la siniestra dictadura del proletariado. Que ya era conocida en el mundo entero, como una forma de exterminio de los pueblos.

A pocos días del golpe de estado -como lo llama peyorativamente la izquierda chilena - quedaban solo tres días de trigo, para hacer el necesario pan. Para comprar un pollo había que hacer una cola interminable, siempre y cuando la persona dispusiese de una tarjeta de las JAP. Todo controlado por el gobierno. Los combustibles, el gas, la electricidad, los neumáticos, los víveres de almacén, los consultorios de salud, los remedios, los viajes entre las distintas provincias debían ser autorizados por funcionarios de la UP. Comisarios del pueblo en Chile.

Los combatientes del marxismo, se instalaban en distintos lugares del país, entrenando a más de 20Mil. guerrilleros, para, un final y definitivo enfrentamiento con ciudadanos casi desarmados o con inofensivas armas de uso deportivo.

Caos es la palabra para describir el ambiente que nos regía. “El momio al paredón, la momia al colchón”. Lanzaban amenazantes intimidantes, las columnas de terroristas armados que desfilaban por las calles de Santiago. “O, presencia conciencia fusil Mir, mir, mir”. Todo lo anterior perfectamente relatado en dos libros, escritos por sus actualmente desilusionados partidarios, Mauricio Rojas M (Diálogo de Conversos) y Roberto Ampuero. (Nuestros años verde oliva).

Esta exultante animación revolucionaria, se imponía entre la gente más tímida y ya entregada a un destino inevitable. El país literalmente en llamas.

Muchos trataban de huir, dirigiéndose a las fronteras con su familia y lo puesto.

 El gobierno de Salvador Allende había asumido ante una reñida contienda electoral, en que el parlamento se decidió por el escaso margen, dar como ganador al abanderado de la UP. Después que firmara un pacto de garantías Constitucionales con la Democracia Cristiana, que lo obligaba a respetar la Constitución y las leyes. Todo lo cual, no se cumplió, porque nunca estuvo dispuesto a cumplirlo. Esto queda evidente y está en una grabación cinematográfica, de una entrevista que Allende le dio a Regí Debray, periodista revolucionario francés, en el canal de televisión estatal y que en todo el país conocimos.

Íbamos a ser un satélite de la URSS, igual a Cuba. Era nuestro destino.

La noche negra se cernía inmisericorde, sobre nuestro querido Chile.

 

El 22 de agosto de ese último año de la UP, en un acuerdo de la Cámara de Diputados, muy poco difundido hasta hoy, se solicita por amplia mayoría la intervención de las FF.AA para poner término al gobierno.

Ninguna reacción del gobierno.

No había esperanza ni consuelo.

Con los primeros albores del once de septiembre de 1973, el país supo que las FF. AA y de Orden, en una patriótica misión, salían al rescate de esta delicada y frágil angosta faja. Los clarines de la libertad por fin de escuchaban. Y una Junta de Gobierno integrada por los tres comandantes en jefe de las tres ramas de las FF.AA y el Director general de Carabineros, ocupaban el lugar, que ya, el gobierno de la UP, hacía tiempo, había

 abandonado.

Se produjo una breve pero efectiva resistencia de los escasos partidarios de la UP.

El propio Allende, desde la moneda trató de convencer a los militares que haría una transición democrática, pero no dejaba la casa de Gobierno, lo que indicaba que no reconocía su condición de depuesto mandatario. 

Los Hawker Hunter de la fuerza aérea, hicieron su trabajo. En vuelo rasante certeros obuses demolieron la inútil resistencia que Allende, solo, trataba de hacer.

El suicidio del presidente definió el trágico episodio.

El país entero se embanderó, libre y espontáneamente. Había terminado el periodo más oscuro de nuera historia.

Hubo que hacer un trabajo de pacificación del país, infestado por estas guerrillas armadas y entrenadas en Cuba. Este trabajo costó la vida de un grupo de combatientes de izquierda y un no pequeño, de las fuerzas armadas y de orden. Sin este doloroso pero indispensable esfuerzo, habría sido imposible, en tan poco tiempo, restablecer el orden y la legalidad, para comenzar la reconstrucción del país.

Un resplandor de esperanza se avizoraba, con el comienzo de la genuina edificación de un país, devastado por una ideología nefasta, esclavizante y empobrecedora, que ha sido un fracaso en el mundo entero.

Comenzaba la era del progreso más grande, que muestra nuestra historia.