Recopilación de Juan Pablo Morales Farfán
Publicación de El Diario de
Curacaví
Corría el año 1917. El mundo estaba convulsionado: la Primera Guerra Mundial seguía cobrando vidas en Europa y el Imperio ruso se desmoronaba para dar paso a la Unión Soviética.
Muy lejos de ese escenario, en Chile se escribía otra clase de historia. Un camión lograba por primera vez la travesía entre Santiago y Valparaíso, cruzando las temidas cuestas de Lo Prado y Zapata, y avanzando por los caminos de Curacaví.
Los senderos eran de tierra, estrechos y en mal estado. Muchos dudaban que una máquina pudiera resistir el esfuerzo, pero el camión Locomobile, cargado con cajones pesados, completó la ruta sin desperfectos, marcando un récord en el transporte de carga de la época.
Una publicación de 1917 —cuyo medio original no se ha logrado identificar— dejó testimonio de aquel viaje. Más de un siglo después, al revisitar esas páginas, podemos afirmar que los camiones “cruzaron épicamente Curacaví”, porque soportar el terreno fangoso y el agua que cubría las ruedas fue, sin duda, una verdadera proeza. “El paso del estero de Curacaví lo pudo hacer también con todo el éxito, a pesar de que arrastraba mucha agua”, afirma.
Los cronistas contaban que los campesinos quedaban atónitos al verlo pasar: nadie imaginaba que un vehículo pudiera desafiar así la geografía local. Desde Casablanca a Valparaíso, la última etapa se cumplió en apenas tres horas y media.
Hoy, aquella escena puede parecer un detalle menor frente a los sucesos mundiales de 1917. Pero es también un retrato valioso: mientras el planeta cambiaba con violencia, en Curacaví se vivía un pequeño gran hito que acercaba a Chile a la modernidad.
Fotografías Blanco y Negro:
Museo de Casablanca