Dentro de los mitos de Curacaví, uno de los más comentados durante años es lo sucedido en la antigua casona que albergó al Hotel Royal. Se dice que, en sus primeros años, era muy visitado por los viajeros que transitaban entre Santiago y Valparaíso, y que incluso pasó por allí la famosa cantante Libertad Lamarque.
Sin embargo, los seguidores de lo paranormal relatan que, en la década del 80, cuando la casona ya estaba abandonada, un grupo de jóvenes que pasaba por el lugar tarde en la noche notó que el ex hotel estaba iluminado. Incluso se escuchaba música, como si hubiera una fiesta grandiosa.
Llena de curiosidad, la juventud decidió acercarse y mirar por las ventanas. Lo que vieron los llenó de terror: en medio del salón principal, un gran piano de cola era tocado por un pianista vestido de riguroso negro con una humita blanca. La música era mágica. Una niña bailaba vestida de un blanco transparente, a pie descalzo.
De repente, el pianista terminó la pieza y se puso de pie. Desde una de las habitaciones apareció una mujer que emitió un grito que se escuchó hasta la plaza del pueblo. Los jóvenes, aterrados, miraron al pianista —no tenía cabeza, pero el hombre parecía no percatarse de ese detalle. —Volvió a tocar las teclas como si nada hubiera pasado.
Este tipo de leyendas urbanas nacieron debido a que la propiedad se encontró por varios años deshabitada, lo que alimentó la imaginación de quienes pasaban cerca y escuchaban rumores sobre lo que allí ocurría.