Por Luis Sagüés Garay
Fotografía: Biblioteca Nacional
Se conmemoró esta semana los 53 años del pronunciamiento militar, golpe de Estado para otros, o derrocamiento del gobierno de Salvador Allende. Por su puesto esta denominación, conlleva significados diferentes para los que la pronuncian. Pero eso no altera fundamentalmente el resultado del trascendente episodio histórico.
Los golpes de Estado habían sido una forma usual de asumir el gobierno durante la primera mitad del siglo XX, caracterizados por el control de este, de parte de un caudillo, que, apoyado por un pequeño número de adherentes militares, deponía al presidente elegido democráticamente, para entronizarse en el gobierno. Así se adjudicó el mando en 1927 el coronel Carlos Ibáñez del Campo, destituyendo al presidente elegido don Emiliano Figueroa Larraín. Perdiendo el apoyo de sus adherentes, se aleja del mando Ibáñez y le sucede democráticamente elegido. Don Juan Esteban Montero por una amplísima mayoría ciudadana. Pero otro golpe ahora de militares de izquierda, lo deponen, Instaurando de facto, La República Socialista liderada por el ex militar don Marmaduke Grove. Cien días duró esta novedosa república socialista, al ser depuesta, por otro golpe nacido de sus propios integrantes. Carlos Dávila asume el mando y relega a Pascua a Grove. Otro golpe disuelve la repúglica ahora de Dávila, el General Bartolomé Blanche, haciendo uso de este normalizado sistema, da otro golpe y margina a Dávila.
El 11 de septiembre de 1973, se caracteriza por el llamado angustioso de la ciudadanía, que es acogido por la amplia mayoría democrática de la cámara de diputados, quien solicita a las FF. AA representadas por sus comandantes en jefes y por el director general de carabineros, ante, la grave crisis nacional, ponen término a un gobierno inconstitucional, ilegal y sin apoyo ciudadano.
Esto puede llamarse Pronunciamiento Militar.
En los últimos días de la Unidad Popular el país vivía un trance de magnitudes nunca vistas en nuestra historia. Un desabastecimiento cruel de los productos de primera necesidad, los combustibles para cualesquier desplazamiento estaban controlados por el gobierno, las farmacias estaban desabastecidas. Las permanentes huelgas de los empleados de la salud, impedían los tratamientos más urgentes. Se había establecido un férreo control entre las distintas zonas, de tal manera que no se podía pasar entre ellas, sin que los vehículos fueran revisados minuciosamente. El pan, la leche, la harina, el azúcar y en general todos los productos comestibles, solo se podían conseguir a través de Las Juntas de Abastecimiento y Precios, (JAP) que controlaban en las poblaciones, los operadores políticos de la UP. La inflación descontrolada consumía el bolsillo de los chilenos 600% en 1973. La educación paralizada, los muchachos se enfrentaban violentamente entre los partidarios del gobierno que quería imponer la ENU (Educación Nacional Unificada) y aquellos que preferían mantener el sistema mixto, de educación pública y libre o particular. El país productivamente paralizado. Ante este caos, flotaba en el ambiente, como siniestro designio, por los partidos del gobierno, Comunistas, Socialistas, Mapu, Radicales de izquierda, Izquierda Cristiana y otras fracciones más pequeñas de marxistas, la inevitable guerra civil. El propio presidente Salvador Allende decía, que si se producía el enfrentamiento habría un millón de muertos, pero que el triunfo sería de ellos. Esta confrontación la izquierda la preparaba con una cuantiosa importación de armas y pertrechos bélicos, que el propio gobierno permitía. Mas de 11.000 hombres eran entrenados para ello. Un Ejército paralelo más poderoso que el chileno. Describía posteriormente el ex presidente y presidente del senado en aquel entonces, don Eduardo Frei Montalva.
En este escenario de anarquía y desgobierno, surgió como única alternativa la intervención de las FF. AA y de Orden. Y estas, fueron llamadas con el “Acuerdo de la Cámara de Diputados sobre el Grave. Quebrantamiento del Orden Constitucional y Legal de la República, del 22 de agosto de 1973”, que, por amplia mayoría, les solicita poner término a esta infausta situación.
De común entendimiento, los tres comandantes en jefes, de las Fuerzas Armadas y el director general de Carabineros, deciden intervenir y salvar a Chile de una inminente guerra civil.
Es posible observar en las publicaciones de la época, que el país entero, de Arica a Magallanes, se embanderó, sin aun saber el signo político del gobierno que asumía.
El 11 de septiembre de ese año, cae el gobierno marxista de la Unidad Popular y se inicia un periodo de recuperación del estado de derecho, que necesariamente se extiende por 17 años, en los cuales Chile, pasa de ocupar el último lugar en Latino América en todo orden de índices de desarrollo, al primero.
Desde el primer instante, en que el órgano gubernamental de facto, - la Junta Militar - integrada por los tres comandantes en jefe y el general director de carabineros, se hace cargo de la situación, declaran que esta acción, no es permanente e inmediatamente se ponga orden y restablezca el estado de derecho, con la estabilidad necesaria para no volver a caer en la trágica situación conocida, este gobierno, entregará a la ciudadanía plena la conducción democrática del país.
Fue exactamente lo que aconteció: se controló la subversión y la guerrilla de los grupos armados durante la UP. Se evitó una guerra fratricida entre chilenos con un millón de muertos. Se incentivó con un modelo económico exitoso, el desarrollo material y social, lo cual ha producido los 30 años más prósperos de nuestra historia. Hemos salido del último lugar de América latina, pasando al primero. Orden, progreso y libertad. Un ejemplo al mundo entero. “La Joya más preciada de la corona Americana” (Bill Clinton)
Como no vamos a recordar -con agradecimiento a los protagonistas- de este importantísimo evento, de nuestra historia.