Por Luis Sagüés Garay
El combate naval de Iquique se conoce como uno de los fastos, más grandes de la historia naval del mundo. En que dos naves, un blindado moderno de inmenso poderío bélico -para esos años-, el monitor Huáscar, se enfrenta a una vetusta y casi inservible corbeta de madera, La Esmeralda. Sin ningún equipamiento militar, que pudiera remotamente oponerse -con alguna posibilidad de éxito- ante tan desproporcionado adversario. No obstante, lo anterior, el Capitán Arturo Prat, conociendo la fortaleza de su tripulación y su espíritu de total entrega, acudiría a la única estrategia, que podía brindar algún triunfo. El abordaje. En ese escenario, se dio este inmarcesible duelo. El comandante Grau por su parte y advirtiendo lo mismo que Prat, ante esta tremenda desigualdad bélica, utiliza un recurso que podía decidir el encuentro, en pocos minutos, y que su poderosa nave se lo permitía. Usar su espolón de proa, y en lo posible partir el barquichuelo en dos. Con lo cual la tripulación adversaría, sin poder combatir, ante el hundimiento de su nave, tendría que rendirse, como era lo humanamente esperable. Y hasta -por qué no decirlo- plenamente justificado. Seguramente este sería el desenlace menos cruento para los chilenos, pensaba Grau, que era un Caballero del mar.
Pero esta era la única alternativa, que el comandante chileno y su aguerrida y heroica tripulación, no consentirá jamás.
Comienza el combate, con un poderoso cañoneo del monitor. Aunque con muy mala puntería. A pesar de lo cual, los pocos aciertos diezmaban a los chilenos. Quienes respondían, con anticuados cañones muy poco efectivos. Y solamente con un numeroso fuego de fusilería, contratacaban sin hacer ningún daño al blindado. Ni a su tripulación, que estaba absolutamente a salvo, con la moderna armadura de este.
Se produce el primer espolonazo. Prat no alcanza a juntar a su tripulación para abordarlo con un número suficiente, y protagonizar el encuentro cuerpo a cuerpo, con la tripulación del buque enemigo. En este plano, se equiparaban las fuerzas. Arturo Prat y Juan de Dios Aldea, son los únicos que alcanzan la cubierta del Huáscar y caen casi inmediatamente acribillados por los certeros tiradores del acorazado. Además, el monitor haciendo uso de los ágiles cañones de la torre giratoria de mando, los dispara simultáneamente a soto penoles, lo que causa un tremendo daño a la nave chilena y un mortífero saldo de cuerpos mutilados y agónicos, en la cubierta de la Esmeralda. Rápidamente Grau, poniendo los motores en reversa, se zafa de este choque, impidiendo un nuevo y más numeroso abordaje, de estos inauditos valerosos chilenos de la Esmeralda. El segundo espolonazo, encuentra a la disminuida tripulación de chilenos más preparada y junto a su teniente Ignacio Serrano, doce marinos enfrentan la muerte como heroicos combatiente sobre la cubierta del Huáscar. Tratando de vengar a su Capitán.
Ya la añosa y desgastada corbeta de madera, se mese con sus últimos y sutiles movimientos sobre las aguas de la rada.
En dantesco escenario cubierto de cadáveres y cuerpos destrozados por el sangriento encuentro, la Esmeralda, recibe el último espolonazo del poderoso blindado y como brillante epílogo, abordan al buque peruano dos últimos marinos chilenos, quienes pagan con su vida, este magno atrevimiento Y como un cisne herido de muerte, la Corbeta endilga la proa hacia las profundidades eternas del océano. Pero antes en franca demostración del ejemplo aprendido de su heroico Capitán, se escucha el último cañonazo disparado por el Guardiamarina Riquelme, que, al grito de ¡Viva Chile! acompaña postreramente a la bandera chilena que se hunde en la cúspide del palo de mesana de la aguerrida “mancarrona”.
Que tremendo desafío para las siguientes generaciones, esto enciende el espíritu patriótico de los chilenos, que queriendo emular a los héroes de esta magnífica gesta, llenan los cuarteles enrolándose voluntariamente por miles, para defender la patria amenazada.
Comienzan este episodio bélico en la Esmeralda 201 tripulantes, sobreviviendo a este 58.
Es importante y muy oportuno homenajear, el heroísmo inusitado de jóvenes y niños integrantes de este puñado de gloriosos marinos.
“Gaspar Cabrales de 15 años, José Emilio Amigo 11 años, Gregorio Araya 16 años, José Briceño de 15 y Pantaleón Cortés de 18".
El Monitor peruano muestra como saldo de esta brava contienda, un muerto y siete heridos.