Autor: Juan Pablo Morales Farfán

Co  Autora: Profesora María Elena Martínez

Cuenta la Leyenda, que, en un pueblo no muy lejano, llamado María Pinto se puede observar la existencia de una hermosa Cascada de unos 6 metros aproximados de altura, qué fluye de una napa de agua semi profunda con caída a un estero.

Con el pasar del tiempo y por desgaste se fue formando una especie de canal natural.

Mucha gente concurre cada cierto tiempo visitarla y algunos a conocerla. Todos quedan encantados.

Los lugareños más longevos, a ese lugar en donde emanaba el agua, le llamaban "el chorro"

Desde entonces hasta ahora luce como una bella Cascada.

La "Cascada del Puangue" la nominan los vecinos y aledaños del sector.

En épocas invernales y de lluvias copiosas se torna grandiosa, ofreciendo un gran espectáculo a quienes le visitan.

-Es de una belleza majestuosa- expresan.

No obstante, continúa siendo un misterio, el cómo se formó.

También se ha escuchado decir, que es muy probable que esa agua vierta desde una quebrada del gran cerro que se encuentra acordonando el lugar y que con el transcurso del tiempo y los fenómenos naturales de antaño, haya quedado cubierta con desprendimientos de rocas y tierra y que viaja silenciosamente por su cauce desde las profundidades hasta encontrarse con un pequeño acantilado, con salida al Estero Puangue, en donde desemboca y cae incansablemente con fuerza y ruidosamente según la época y abundancia de lluvias.

Se cuenta entre las personas más antiguas del lugar que sus antepasados decían que luego de producidas las primeras lluvias copiosas del invierno, la Cascada aumentaba su caudal. Y, luego del segundo día del "amaine" y en el cielo se dejaban ver entre nubes, la luna y las estrellas; un verdadero concierto se producía en la Cascada que se podía escuchar en toda la comarca.

Las personas, en su mayoría hombres, que permanecían en el lugar deleitándose con ese bello espectáculo,  hasta la madrugada, antes que aclarara el día, podían ver mágicamente, a una mujer , emerger de las profundidades de una figura esbelta y vestida con atuendos ceñidos y brillosos, danzando entre las aguas llevando un cultrún en sus manos.

 Los que permanecían observando hasta que se extinguía la mágica danza, se conservaban en una eterna juventud.

Se cuenta que todos fallecían muy longevos con su piel tersa y con su dentadura intacta.