Por Juan Pablo Morales Farfán
En los diferentes caminos y vías e inclusive en la " moderna carretera 68" podemos apreciar aquellas "casitas" expresión del fervor popular que rinden culto a aquellos que han muerto en forma violenta en el mismo lugar de su trágico deceso.
Pasado un tiempo prudente la familia y/o amigos instalan la casita de diferentes características, tamaño y color etc., dónde se recuerda el "alma" del ser querido. La tradición exige adornar con flores, velas en la actualidad fotos, gigantografía, banderas chilenas, también de instituciones y clubes deportivos.
La animita comienza a ser parte del paisaje y por ende se convierte en parte de nuestra religiosidad popular. Es común persignarse al pasar por el lugar, también se les ofrece ofrendas, velas, flores esperando contar con el favor solicitado convirtiéndose en verdaderos mediadores entre "Dios y los creyentes”.
Las animitas reconocidas como milagrosas atraen gran cantidad de "fieles.“
Por los caminos de María Pinto también encontramos esas “casitas”; el lugar donde terminó la vida terrenal, que de cuando en cuando se llena de flores frescas y que al anochecer es posible divisar unas llamitas de velas acompañando a ese ser querido y/o algún “devoto”, agradeciendo o pidiendo una ayudita.
En Curacaví encontramos una de ellas en el cementerio local, con características milagrosas; de hecho cuenta con placas de agradecimiento, posee también un candelabro para encender velas. Es una bóveda muy bien cuidada con muchas flores e inclusive tiene un busto, llama la atención que en el techo se aprecian cisnes de cuello negro vigilantes del concurrido lugar. Esta animita es bien concurrida, se puede ver a los distintos visitantes que se acercan devotamente en búsqueda de favores.
Fotografía referencial de internet